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Cómo fomentar una convivencia sana – Apasionados por la eduación

Como padres y educadores queremos fomentar que nuestros niños se relacionen de una forma sana, educada y empática con quienes les rodean y eso nos lleva a preguntarnos qué comportamientos y actitudes queremos poner en alza en una relación de convivencia.

Una de las mejores enseñanzas que se le puede ofrecer a los hijos es la educación en virtudes; que no solo es mostrarles lo que nos parece bueno, y lo que no, sino también hacia dónde debemos dirigirnos y las personas que queremos ser. Son las normas de conducta, de convivencia, y que constituyen la base sobre la que se sustentan las relaciones. Los valores de respeto, empatía y tolerancia nos hacen comprender y estimar a los demás. Son nuestra brújula de convivencia.

Para lograrlo es necesario ayudar a nuestros hijos a reconocer el valor y la dignidad que tienen todas las personas, nos caigan mejor o peor, conectemos más o menos.

Por ejemplo, qué esperaríamos de nuestro hijo cuando ve a un compañero con la boca sucia. ¿Nos gustaría que le hiciera burla sobre su aspecto? O, por el contrario, que le diga que tiene la boca sucia para que pueda limpiarse e incluso que le pueda ofrecer un pañuelo y así evitar las risas de otros.

Para promover esta forma de actuar y de comportarse es importante NO dejarse llevar por el pensamiento de que son pequeños para recibir esta enseñanza y estar atentos desde que empiezan a socializar. Es un trabajo constante y que requiere una presencia muy activa en las primeras relaciones de los niños y a lo largo de su desarrollo como persona. Debemos pensar que estamos construyendo un buen andamiaje en el interior de cada niño.

Ayudar a los hijos a que actúen de un modo adecuado y educado socialmente es un proyecto algo complejo pero apasionante. A lo largo del desarrollo del niño, tenemos cientos de oportunidades para ir guiándolo en este proceso.

Una gran oportunidad es aprovechar la relación entre los hermanos, ya que el trato entre ellos es más espontáneo y quizá los padres pasamos por alto algunas faltas de respeto por pensar que son pequeñas cosas de la vida cotidiana y caemos sin darnos cuenta en cierto acostumbramiento. Pero respetando lo pequeño es como se aprende a respetar lo importante.

 

Pero, ¿cómo se educan los valores? Os quiero hablar de 4 ideas que nos pueden orientar y ayudar: educar con el ejemplo, reforzando las conductas apropiadas, corrigiendo las inadecuadas y fomentando la empatía en el otro.

En cuanto a la primera, la mejor manera de enseñar algo es VIVIÉNDOLO. Aunque los niños aprenden en el colegio, de los libros, o de los medios de comunicación (TV, internet), la familia es el núcleo esencial de conocimiento, una vía principal de transmisión de valores.

Los adultos nos comunicamos con nuestros los niños a través de las palabras y de las acciones. Utilizamos muchas expresiones como: “esto está bien…”, “esto no se hace…”, “esto no se dice…” Y, sí, hay que hablar, pero sobre todo hay que actuar, demostrar con el ejemplo cotidiano qué se debe hacer para que la convivencia sea mejor entre las personas.

Por tanto, los padres somos el mejor modelo. Los niños hacen todo lo que ven, y por eso el gran reto es educar con el BUEN ejemplo.

Os propongo una reflexión sobre nuestros actos diarios. Preguntémonos cómo nos oyen hablar nuestros hijos de los demás en casa; de los profesores, por ejemplo, cuando no compartimos la cantidad de deberes puestos a nuestros hijos, de otros padres y compañeros, del pediatra cuando el tiempo de espera se excede del esperado, etc.  ¿Nuestras palabras infunden respeto? Podemos expresar nuestro malestar, pero debemos intentar no caer en los descalificativos o insultos.

 

La siguiente manera que tenemos para ayudarles es reforzar las conductas adecuadas nos ayudarán a conseguir que se repitan con más frecuencia esos comportamientos deseables. Por ejemplo, con frases como: “Me ha encantado cuando le has dejado escoger el sitio a tu hermana” “Cómo me ha gustado ver que compartías tu merienda” “Qué bien lo has hecho cuando has invitado a Pepe a acercarse a jugar”

 

Por otro lado, es igual de importante corregir las conductas inadecuadas: “En casa no nos tratamos así” “¿Te has fijado en que María se ha quedado muy triste?” “Eso no ha sido una broma agradable, has ofendido a tu hermano”

Para reducir estas conductas, nos puede ayudar buscar una alternativa juntos. “¿se te ocurre un modo más amable de decirlo? ¿Hay un modo más pacífico de resolver esta situación?

 

Un aspecto fundamental para ayudarles es fomentar en ellos la empatía hacia los demás, enseñándoles a comprender las necesidades del otro y las diversas maneras y ocasiones en que podemos ayudar a los demás. Identificar las emociones propias, pero también las ajenas permitirá al niño a sensibilizarse frente a lo que los otros niños puedan estar sintiendo y comprender otros puntos de vista.

 (Ejemplo) “Es verdad, habéis jugado los dos y te pido que lo recojas tú, ¿pero has visto que está muy resfriado y hoy no se encuentra bien?” “¿Te gustaría que fuésemos compasivos contigo cuándo tú te encuentres mal?

Tan importante es en las relaciones poder alegrarse de los logros del otro como prestar ayuda a alguien que lo necesita. DAR DE SÍ SIN PENSAR EN SÍ

 

Todo este trabajo de fomentar comportamientos de respeto también tiene implícito que los niños reclamen ser respetados y puedan poner límites a aquellos comportamientos que no quieran recibir. Cuando nosotros les decimos “no me gusta que me hables así” aprenden que ellos también pueden exigir ese respeto a las personas que les rodean. 

En definitiva, la clave está en vivir y sentir aquello que queremos transmitir. Cumplir este compromiso requiere constancia, coherencia y sobre todo corazón. Los hijos imitan a aquellos que admiran.

Teresa Sastre -Psicóloga

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