Cuando recogemos a nuestros hijos en el colegio nos queda una tarde por delante llena de tareas que cumplir: duchas, cenas, recoger juguetes, hacer los deberes… A todos nos encantaría que nuestros hijos hicieran todas estas tareas solos y con una sonrisa, pero a menudo la realidad es que en muchas casas las tardes son momentos de peleas constantes, niños cansados y con pocas ganas de colaborar.
Para poder conseguir una buena gestión de la tarde hay que establecer unas buenas rutinas en casa. Las rutinas son las costumbres que repetimos diariamente y que, poco a poco, las vamos mecanizando tanto que ya no suponen un esfuerzo hacerlas ya que se convierten en hábitos.
Podemos empezar a establecer pequeñas rutinas desde el nacimiento y les acompañaran durante toda su etapa escolar. Al principio, cuando son recién nacidos, podemos empezar con la rutina del baño antes de dormir y, poco a poco, iremos introduciendo más rutinas: jugar y ordenar los juguetes, el momento de la cena o del cuento antes de ir a dormir… Cuando son pequeñitos, les acompañaremos en estas rutinas; paulatinamente, a medida que crecen y van integrado mejor la rutina nos podremos ir manteniendo más alejados, siempre supervisando y revisando por si necesitan ayuda en algo.
En los primeros años de vida, los beneficios de tener una buena rutina, tanto en casa como en el colegio, son múltiples:
- Tener una rutina ayuda a nuestros hijos a ir orientándose en el tiempo y organizándose mentalmente la tarde. Con dos o tres años aún no entienden que a las ocho hay que irse a dormir, pero sí que pueden comprender que cuando acabamos de cenar, cada día hacemos lo mismo: recogemos la mesa, nos lavamos los dientes, leemos un cuento y ya rezamos para irnos a dormir. Las rutinas les ayudan a regular su reloj interno y es probable que cuando estemos explicando el cuento ya estén bostezando porque saben que se acerca la hora de dormir.
- Seguir una rutina ayuda a mejorar su autonomía, a ganar seguridad en el entorno y a tener mayor confianza en sí mismos. Si cada día repetimos el mismo proceso, por ejemplo, después de ponerles el pijama vamos juntos a poner la mesa, es muy probable que te encuentres a tu hijo algún día poniendo la mesa solo ya que ya sabe la secuencia de lo que ocurre cada día y puede anticipar lo que va a pasar después.
- Siguiendo una rutina diaria los niños suelen tener una respuesta más colaborativa y evitamos muchas pataletas. Si después de jugar juntos ordenamos los juguetes, colaborarán mucho más que si no somos constantes en esta rutina y un día nos obcecamos en que tienen que recoger, pero al día siguiente lo hacemos nosotros cuando ya están dormidos porque queremos ir más rápido.
No es complicado establecer unas buenas rutinas con nuestros hijos, pero tenemos que tener en cuenta varios aspectos:
- En primer lugar, pensar qué actividades vamos a hacer cada tarde y buscar el orden que nos vaya mejor. A una familia le irá bien que los niños se duchen justo al llegar del cole y otros preferirán hacerlo antes de cenar. La idea es tener una secuencia establecida de lo que mejor funciona en nuestra familia.
- En segundo lugar, tener en cuenta que para establecer la rutina de la tarde no hay que obsesionarse tanto con el reloj como con el orden de lo que vamos a ir haciendo. Al principio, cuando establecemos una nueva rutina, les suele costar más y suelen a hacer más pataletas, pero, si tenemos paciencia, gradualmente, lo van asimilando mejor.
- También podemos buscar estrategias que ayuden a introducir mejor una rutina, por ejemplo, comprar un cepillo de su color favorito o cantar cada día una canción divertida cuando se están lavando los dientes.
- Una vez ya nos hemos organizado, hemos de empezar a implementar esta rutina, siendo lo más constantes posible. Ayuda mucho tener una rutina muy fija entre semana, los días de colegio y el fin de semana ser un poco más flexibles. Evidentemente habrán días en los que tendremos que salirnos un poco de nuestra rutina porque tenemos una cita con el pediatra o es el cumple del abuelo. Es importante saber encontrar un punto intermedio entre la rigidez de unas rutinas extremas y el agotamiento que supone, tanto para los padres como para los niños, la improvisación constante.
- Intentaremos también que haya coherencia entre el matrimonio o con las personas que nos ayudan por la tarde en casa, para que todas las tardes sean lo más parecidas posible.
- Por último, procuraremos ser buenos ejemplos. Los niños cuando son muy pequeños aprenden sobretodo por imitación. Por ejemplo, si al llegar colgamos nuestro abrigo, ellos también querrán colgar el suyo y será más fácil establecer esta rutina.
No podemos olvidarnos de los ingredientes estrella para que funcione bien una tarde con tus hijos: la paciencia y el buen humor. A veces los papás, aunque tenemos muchas ganas de verlos, también estamos cansados; cuando son pequeñitos, al llegar del cole, necesitan un buen abrazo con sus papás, jugar un rato juntos o explicarnos alguna anécdota del cole, antes de enfrentarse a todas las rutinas de la tarde.
Y, no os preocupéis si no podéis seguir todas las tardes la rutina que os habéis propuesto, no pasa nada. Lo importante es no rendirse y seguir intentándolo. Ese es también un aprendizaje muy positivo para nuestros hijos.
En definitiva, las rutinas van a ayudar a nuestros hijos a ir adquiriendo buenos hábitos. La paciencia y el esfuerzo probando nuevos alimentos, la constancia y la responsabilidad de ordenar cada día sus juguetes, la humildad de pedir perdón cuando nos equivocamos o la generosidad con los hermanos compartiendo la merienda, son solo unos ejemplos de cómo los hábitos que trabajaremos cada tarde ayudarán a nuestros hijos a potenciar unas virtudes que les acompañarán durante toda la vida.
Ana Carol -Tutora de P3
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