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Aprendiendo a mirar como los niños.

Unos primeros días de pataleta. Como la que hacen mis niños de clase cuando no les apetece ir al cole porque prefieren quedarse en casa con los papás. Yo igual. Bueno, a decir verdad, al revés. Pataleta de estar en casa porque quería ir al cole, quería hacer vida normal. Disfruto con mis niños en clase, viviendo su cambio de bebés a niños en pocos meses, escuchando las conversaciones tan graciosas que tienen mientras comen, viéndolos jugar, contándoles cuentos y, por supuesto, viendo cómo aprenden, cómo se apasionan con todo lo que les explico. De la noche a la mañana esto ya no lo iba a tener.  Mis primeros días de confinamiento fueron de auténtica pataleta con el mundo.

La pataleta poco a poco se me fue pasando. Estos días han resonado en mí unas palabras que oí de un sacerdote: Ese es el secreto de los jóvenes extraordinarios: no se quedan considerando sus dolores, lamentando su mala suerte, sino que pasan a la acción, se fijan en los demás y sirven. Pensé en ellas, que en este maravilloso mes de María me han recordado más que nunca a Ella. Me acordé de las mamás de mi clase, de los papás también. Desde luego, todos son extraordinarios. Muchos teletrabajando, ocupándose de niños pequeñitos o adolescentes, con muchos o pocos hijos, con familiares enfermos… con situaciones complicadas. Han superado con un sobresaliente este reto que de un día para otro se les presentó.

Sus hijos indudablemente recordarán con mucho cariño estos días en familia.

Cuando los veo ahora a través de mi pantalla, me dicen mucho con pocas palabras. Los veo felices, disfrutando al máximo con sus hermanitos, pasando tiempo con sus papás, explicándome muy orgullosos una manualidad, una ficha o un pastel que han hecho. ¡Qué ganas de verlos! Los profesores siempre decimos que aprendemos del alumno, especialmente aprendemos a mirar el mundo con una mirada sencilla y sin complicaciones como la suya. Y desde luego, estos días han sido días en los que todos hemos aprendido.

Hemos aprendido de ellos, de los niños, a aceptar la situación y a sacarle el máximo partido, a disfrutarla. Poco a poco, todo irá volviendo a la normalidad, pero estoy segura de que ésta la vamos a mirar con otros ojos. Estamos aprendiendo a frenar y a observar como brota lo más bello de lo que antes teníamos por insignificante, nos pasaba desapercibido o dábamos por hecho. La vuelta no será tan repentina como lo fue el inicio del confinamiento, pero estoy convencida de que vamos a volver saboreando mucho más nuestra vida, como si fuera un regalo. Porque ya lo estamos haciendo. Disfrutamos más de cada momento: llamando a nuestros abuelos, observando por la ventana como salen los niños a la calle, leyendo libros, aficionándonos a montar un video para nuestros alumnos o esperando ilusionados la videollamada con los niños de la clase. 

Supongo que hacer una pataleta de vez en cuando no es malo. Lo importante es aprender de ella.

Ana Carol Domenech – Tutora de Educación Infantil