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El mito de la motivación

Es bastante frecuente escuchar en las reuniones tutoriales con los padres la frase “el problema es que mi hijo no está motivado”.

Conociendo el significado etimológico de la palabra motivación[1] parece obvio que puede ser una de las causas importantes de alumnos que no quieren o pueden estudiar. (Canela, Mayer, & Martín, 2016)

No se puede llegar a citar a todos los filósofos, pedagogos, psicólogos que han escrito sobre este término porque son incontables. Pero muchos coinciden en una clasificación dicotómica. Motivación intrínseca y extrínseca. (RAE, 2001). Se entiende por motivación intrínseca la causa de realizar una acción por la mera satisfacción de hacerla, sin que haya nada más. (Deci E. L., 1976), y asignaremos por tanto a la motivación extrínseca la necesidad de incentivos externos.

Pero cuando un alumno no estudia porque no le gusta, le aburre, …  ¿Dónde está el problema? ¿Cuál es la solución?

Seguramente la razón es que no encuentra una “causa de movimiento” para estar delante de unos apuntes, un libro o unos problemas. Para solucionar esto, han aparecido muchas propuestas educativas intentando hacer más atractivo, fácil, interactivo el método del estudio. Pero esto no soluciona nada. El problema es más profundo. El problema es que a nuestros hijos y alumnos cada vez les cuesta más hacer las cosas que no son fáciles, lo que no tiene una recompensa rápida. No tenemos que potenciarlo más.

De hecho, en la vida no todo es motivador. Levantarse a las 6:15 de la mañana, conseguir que los hijos se levanten, vestir a los más pequeños, darles el desayuno, peinar esas trenzas larguísimas, salir en coche a circular por Barcelona, llegar al colegio, ir a trabajar, … no todo es motivador. Por poner otro ejemplo, pienso en la vida de un deportista como la de un jugador de tenis. Al tenista le mueve su motivación, muy ligada a su pasión por jugar, pero sabe que deberá afrontar momentos menos apasionantes, como son los entrenamientos duros, las dietas estrictas, el superar lesiones graves o perderse ocasiones familiares o con amigos importantes. En esos momentos, no solo le bastará su motivación por jugar al tenis, sino que deberá realizar un esfuerzo extra que le requerirá tesón y constancia.

La motivación tiene que pasar por conseguir que sepan que lo más satisfactorio de un día es haber hecho toda la tarea, y haberla hecho lo mejor que uno sabe. Es muy fácil estudiar lo que es atractivo. Eso no tiene ningún mérito. Hay que encontrar lo atractivo del saber, lo fantástico de aprender. Promover entre los estudiantes el interés por el aprendizaje, la valoración de la educación y la confianza en sus propias capacidades y atributos. (Deci, Vallerand, Pelletier, & Ryan, 1991). Cuando el alumno descubre lo que hace bien, lo querrá hacer mejor. Y todos saben hacer muchas cosas. Pero muchas veces remarcamos demasiado lo que hacen mal, en lugar de potenciar sus virtudes y habilidades.

En este aspecto no hay duda que el papel del maestro es esencial. Si él disfruta enseñando, el alumno disfrutará aprendiendo. Es contagioso. Pero también los padres pueden transmitir la pasión por lo que los chicos tienen delante. Pasión por la lectura, leyendo. Pasión por la dialéctica, hablando con ellos. Pasión por las ciencias, comentando noticias, … Nuestros hijos y alumnos son los primeros interesados en conseguir emocionarse y apasionarse por estudiar.

Daniel Vela

Jefe de Estudios de Bachillerato – Colegio Abat Oliba Loreto

 

Referencias

Canela, P., Mayer, L., & Martín, J. (2016). Diccionari Il·lustrat. Barcelona: Larousse Editorial.

Deci, E. L. (1976). Intrinsic Motivation. New york: Plenum Press.

Deci, E. L., Vallerand, R. J., Pelletier, L. G., & Ryan, R. M. (1991). Motivation and education: The self-determination perspective. Educational psychologist, 325-346.

RAE. (2001). Diccionario de la lengua española. Madrid.

[1] Motio: Movimiento, causa del movimiento