“Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. ¿Lo hemos oído alguna vez, ¿verdad? Si bien el término autoestima es relativamente reciente, el concepto que encierra nos acompaña desde hace milenios. Sabemos que amarse bien a uno mismo es importante para amar bien a los demás.
Hablar de la autoestima no es tarea fácil porque es un tema interpretable desde diferentes puntos de vista. Podríamos decir que es una de las cuestiones que más preocupa a los padres hoy en día. Y esta preocupación está justificada ya que la autoestima está estrechamente relacionada con el correcto desarrollo de la persona.
La autoestima, como su propio nombre indica, es el aprecio hacia nosotros mismos. Y este aprecio es fruto de muchos elementos y experiencias porque la autoestima se va construyendo a lo largo de la vida. Pero hay DOS factores que influyen de forma directa:
- El primero, curiosamente, no depende de uno mismo, depende de los demás. ¿Qué piensan los demás de mí? O al menos, ¿qué creo yo que piensan de mí?
En el caso de los niños, en los primeros años, las personas que más van a influir en su autoestima son sus padres y sus hermanos. Más adelante también entrarán en juego sus profesores y compañeros de clase. Y este afecto ya no está “garantizado”, hay que ganárselo de alguna manera.
- El segundo factor que influye en la autoestima es la valoración que hacemos de nuestras capacidades y habilidades. Este punto es más objetivo y se puede evaluar mejor. Resulta más fácil valorar qué se me da bien o qué me cuesta hacer. Uno de los padres de la psicología norteamericana, William James, decía que «La estima que sentimos por nosotros depende de lo que pretendemos ser y hacer». Es decir, que la autoestima tiene relación con las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos.
En el caso de los niños de primaria, y mientras dure su escolarización, el factor que más influye en su autoestima es su rendimiento académico. Esto puede suponer un problema para aquellos que, pese a esforzarse, no logran buenos resultados. Por eso tenemos que hacer comprender a nuestros hijos que su valía es independiente de sus notas.
Bien. Conociendo estos dos factores, ¿qué podemos hacer como padres y educadores para ayudar a nuestros hijos a tener una buena autoestima?
Ya sabéis que en educación no hay recetas mágicas, pero sí hay ciertos puntos sobre los que merece la pena reflexionar para revisar lo que estamos haciendo. Voy a hablar de cuatro en concreto.
El primero es ayudar a nuestros hijos a conocerse:
Solo se ama lo que se conoce. Y amar a alguien implica dedicarle tiempo y conocerlo en profundidad. Esto funciona igual con el amor a uno mismo. Y, en estas edades, para ayudarles a conocerse, los padres tenemos una labor fundamental que consiste en poner a nuestros hijos frente a su realidad en las situaciones que van surgiendo en el día a día. En general, tendemos o a halagarles en exceso o bien a ser demasiado críticos y ver solo aquello de lo que carecen. Los dos extremos son negativos. El pedagogo Gregorio Luri dice que “el elogio indiscriminado produce más efectos negativos que positivos. Y que el niño que escucha a todas horas lo inteligente que es, se convierte fácilmente en un narcisista con miedo a arriesgar porque teme equivocarse y defraudar a quienes le consideran tan inteligente, defraudar las expectativas puestas en él”.
En concreto, las ocasiones en las que van a sufrir son oportunidades valiosas para ayudar a nuestros hijos a conocerse. Por ejemplo, cuando mi hijo llega a casa triste porque un compañero le ha dicho en el cole que no le quiere en su equipo porque n0 marca goles… Ante esta situación, como padres, tenemos que consolar a nuestros hijos y decirles que el comentario ha sido desafortunado, pero también aprovechar la ocasión para preguntarles: “¿Qué es lo que verdaderamente te molesta? ¿Lo que te han dicho o descubrir que no eres bueno jugando al fútbol?”. Es necesario poner a nuestro hijo frente a su realidad y ayudarle a conocer sus habilidades, pero también sus carencias.
El segundo punto importante es cuidar el lenguaje que utilizamos:
Los niños tienden a hacer verdad lo que nosotros decimos: si nos pasamos el día diciéndoles lo impacientes, quejicas o llorones que son, solo conseguiremos que repitan esa conducta que queremos eliminar. Tampoco se trata de hacer halagos en genérico: ¡qué generoso eres!, sino concretar esa acción del día donde hemos podido verlo. Por ejemplo: ¡qué generoso has sido hoy cuando has compartido el chocolate con tus hermanos sin enfadarte!
El tercer aspecto consiste en no evitarles los fracasos
Los padres solemos tenderles la mano antes de que caigan, pero experimentar el fracaso es bueno para nuestros hijos porque es importante que sepan que las cosas no siempre salen bien y que siguen siendo valiosos pese a sus errores.
No hay que temer que nuestros hijos sufran, a lo que hay que tener miedo es a que nuestros hijos sufran solos. Y solos no van a estar: vuestros hijos son verdaderamente afortunados porque tienen la mejor de las compañías: os tienen a vosotros, sus padres; nos tienen a nosotros, sus profesores y tienen el apoyo del Cielo, porque Dios está incluso más pendiente de sus vidas que nosotros.
El cuarto punto es encontrar una actividad en la que disfruten
Hemos dicho que una parte importante de la autoestima se construye por la percepción que tengo de mis propias habilidades. Como es difícil saber hacer de todo, es importante que encuentren alguna actividad que les guste porque tienen éxito al hacerla y disfrutan, aunque no sean los mejores.
Y, por encima de todo lo que hemos comentado hasta ahora, hay algo que es importante que nuestros hijos sepan: y es tienen un valor incalculable solo por el hecho de SER, de existir. Los cristianos sabemos que SOMOS hijos de Dios y que por ello tenemos un valor inmenso. No hay mejor garantía para la autoestima que la de saberse hijo de Dios y sentirse incondicionalmente amado por Él.
No te pierdas nuestros consejos AOL Tips. Cada jueves un nuevo video para que juntos podamos crecer y educar a nuestros hijos.
#apasionadosporlaeducación