Las matemáticas educan niños felices – Apasionados por la educación

Como matemática, soy de esas personas extrañas que disfrutan realmente con las matemáticas. Y ahora, gracias a mi trabajo, también disfruto enseñando matemáticas, pero entiendo que esto es algo que no podemos pedir a todos los niños. Creo de verdad, que las matemáticas pueden ayudarnos a educar niños más felices.

Para justificarlo, vamos a desmontar 3 tópicos o 3 falsedades que nuestros hijos muchas veces utilizan para escudarse en este rechazo a la asignatura.

El primero de estos tópicos es: a mí no se me dan bien las mates, yo es que soy más de letras, los números no se me dan bien.
Ante esto, ¿qué podemos decir? El hombre es un ser naturalmente matemático. Desde que somos pequeñitos, ordenamos, contamos, buscamos patrones, al final buscamos soluciones a la realidad que nos rodea y eso es razonamiento matemático. Es algo innato en el hombre.

Además, muchas veces aquello que no se nos da bien es en realidad aquello que no nos suscita interés o que no hemos practicado suficiente. Muchos alumnos empiezan a rechazar la asignatura cuando ven que aquello que les explican, pues no lo acaban de entender o que después de mucho practicar siguen equivocándose y eso no sale.

Las matemáticas se convierten entonces en una herramienta que nos pueden ayudar a educar la frustración. Es muy sano que el niño vea que sus capacidades son limitadas, que se va a encontrar ante el error. Es más, como educadores católicos sabemos que el camino nunca es recto, que nos encontramos caídas, que nos encontramos con la Cruz, así que las matemáticas en una pequeña medida, pueden ser este primer encuentro con que el error también es una oportunidad de hacer lo mejor. Es verdad que no es lo deseable. Pero sí que puede ser como una invitación a que la próxima vez lo intentemos de nuevo.

Como profesora de matemáticas, me niego a pensar que mi disciplina no es divertida, tenemos que vender las matemáticas como lo que son: una disciplina muy creativa.
Hay otras áreas que también tienen como nosotros toda una serie de normas a las que tenemos que ceñirnos, como son la métrica en la poesía o cómo es la música, pero eso no resta creatividad. Al revés, si somos capaces de dar a nuestros alumnos esos conocimientos base que les den fuerza, ellos serán capaces de empezar a interrelacionar aquellas cosas que ven como bloques inconexos. Todo es uno, todo conecta. Y entonces son capaces de gozarse de entender los conceptos, de ser capaces de llegar a una solución por diferentes métodos, y ver que todo encaja. Eso es muy bonito y cuando los alumnos lo descubren, realmente se maravillan de la perfección del mundo.

Por último no la frase estrella ¿y esto es realmente, para qué sirve io cuando voy a usar una raíz cuadrada?
A mí me gusta pensar que aquello que enseñamos en la escuela no tiene que ser únicamente lo que nos va a ser útil en un futuro o hipotético trabajo, sino que tenemos que enseñar aquello que realmente ayude a nuestros alumnos a construirse como individuos. Además, también como sociedad somos herederos de una tradición que tenemos que transmitir a nuestros alumnos.

En definitiva, las matemáticas nos ayudarán a educar niños felices, no porque sean algo propio del hombre; no porque sean divertidas, que lo son; ni siquiera porque sean útiles. Las matemáticas nos ayudarán en cuanto sean una herramienta que nos acerque a la única y verdadera fuente de felicidad: que es Dios.

Las matemáticas tienen que convertirse en una ayuda para cultivar todas estas virtudes de las que he ido hablando: que nos ayuden a construir niños tenaces, fuertes, con capacidad de frustración, que se hayan enfrentado al al error que sean creativos.

Nuestro objetivo tiene que ser educar a los futuros matemáticos y físicos, pero fracasaríamos si sólo nos quedásemos ahí, hay que educar a matemáticos Santos y felices.