No hace muchos días pregunté a mis alumnos sobre el sentido de la libertad del ser humano. No es una pregunta sencilla de responder: «¿En qué consiste la libertad del ser humano?», les decía. Rápidamente, levantaron la mano y muchos apuntaban que la libertad residía en la capacidad de escoger aquello que querías en el momento que querías. Siguiendo esta lógica, les dije, un alcohólico es plenamente libre cuando decide gastar su dinero en alcohol o un ludópata que, tras cinco horas de juego, decide volver a poner una moneda y seguir probando suerte. ¿Es esto la libertad?
Es cierto que somos libres cuando hacemos uso de nuestra libertad, cuando la ejercemos, y en en eso tenían razón: La libertad consiste en escoger, pero no en escoger cualquier cosa sino aquella que más te acerca a la virtud, al bien, a la verdad.
En este sentido, aquí la pregunta no es tanto «cómo puedo ser libre» sino «qué criterio sigo para ser libre».
La educación del sentido crítico es complicada
La educación del sentido crítico es complicada, especialmente para un padre o una madre. A nivel teórico todos firmaríamos para que nuestros hijos tuvieran criterio, ideas propias, pero de alguna manera nos gustaría poder incluir una cláusula de supresión si su criterio o ideas no se ajustaran al nuestro. ¿No es así?
En el colegio educamos a nuestros alumnos en el desarrollo del espíritu crítico. Creemos que es posible educarlo porque todos tienen uno: Educamos a no ser conformistas con aquello que conocen o aquello que les ha venido dado. Les enseñamos a valorarlo, claro, pero también a salir de su zona de confort poniéndola a prueba. Muchas veces les digo a mis alumnos que es importante tener la cabeza bien abierta para poder entrar en diálogo con el mundo en el que están, pero solo lo suficiente para que no se les caiga el cerebro.
También san Pablo pone el acento en esto cuando dice “examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (Tes 5, 21) porque, de hecho, es allí donde se pone a prueba el criterio de cada uno y podemos conocernos en profundidad, tanto en el error como en el acierto.
Están en un tiempo fantástico para preguntarse cosas que antes daban por sentadas, apostar por aquello en lo que creen y conocerse en todos los aspectos. Es tiempo incluso de equivocarse y de rectificar, de ver que otra opción es posible y que no nos definen nuestros errores sino, todo lo contrario, los aciertos y las correcciones
Desarrollar el sentido crítico a menudo pasa por preguntarse por aquello que uno ve, escucha, siente… y a no conformarse con la primera respuesta. Si observamos con criterio, veremos que en general las cosas tienen muchos matices y que no todo son blancos o negros. Nos daremos cuenta que el tiempo es un gran maestro al que hay que escucharlo con atención y que, por lo general, las prisas no son buenas. Descubriremos que la vida consiste en hacer de equilibrista sobre el fino punto medio de todas las cosas y en un momento dado nos daremos cuenta que somos capaces de tomar decisiones acertadas porque habremos empezado a desarrollar nuestro criterio.
Xavi Roca (Tutor de Secundaria del Abat Oliba Loreto)
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