Yo mando y tú obedeces. ¿qué es la autoridad? Es un concepto que genera cierto rechazo en algunos ambientes y muchas personas. Sin embargo, es necesario recuperar el sentido etimológico que tiene esta palabra, que significa: hacer crecer.
Teniendo en cuenta este significado, vemos necesario entender que nuestros niños, para poder crecer, necesitan de la autoridad de los padres.
Es importante distinguir lo que es una autoridad auténtica, que concibe el bien del niño con amor, de lo que es una autoridad formal que simplemente busca un orden estricto con el temor.
El niño cuando es pequeño reconoce la autoridad de los padres de una forma innata. Mi padre es mi padre, mi madre es mi madre y tengo que obedecerles. Dehecho le he preguntado a mi hijo de 5 años: ¿Por qué obedeces a papá? y ha dicho: porque si. Ni se lo plantea.
Cuando el niño ya entra en la etapa de Educación Primaria: 7, 8, 9, 10… años sigue teniendo esa mirada de reconocimiento de la autoridad de una forma innata, sin embargo, ya empieza a ir un paso más allá.
Al niño pequeño tú le dices por la calle: dame la mano, y te da la mano. Al niño de 8,9 años tú le dices dame la mano y te la va a dar, pero también te va a preguntar: ¿por ir solo por la acera? Ya van un poco más allá, intentan entender y empiezan a preparar la adolescencia que les viene por delante. Buscando entender el porqué de las cosas
El adolescente ya se cuestiona totalmente la autoridad, Necesita saber, necesita conocer, necesita reconocer en esta autoridad paterna que hay un bien para él. Y por eso aumentan las preguntas: ¿por qué tengo que hacer esto? ¿Y puedo ver esta película? ¿Y puedo salir? En esta pregunta se genera una relación entre los padres o los profesores con el hijo o alumno.
El joven, cuando ya ha pasado esta adolescencia, ya sabe lo que está bien y lo que está mal, y empezará a tomar sus propias decisiones. Es cierto que también hay jóvenes que no saben lo que está bien y lo está mal, y también toman sus propias decisiones.
Y a partir de aquí ¿qué? ¿Cómo se hace? Necesito un consejo. Eso que tanto necesitamos los padres.
Dice la Escritura: “Jesucristo hablaba con autoridad” Me ha hecho pensar mucho esta figura de Jesucristo como autoridad. ¿Cuáles son los puntos en los que se manifiesta esta autoridad de Jesús?
El primer punto que veo claro es que en Jesús se cumplía todo lo que decía. Y esto nos lleva a la coherencia de los padres. A la necesidad de que el padre haga lo que dice. Que enseñe a su hijo a obedecer cumpliendo también él lo que lo que le está.
Otro punto muy importante de esta autoridad que se manifiesta también Jesús, es que Jesús ama al que se equivoca pero lo corrige. O mejor dicho lo corrige con amor. Esta corrección con amor también la necesitamos los padres para ejercer la autoridad. Nuestros hijos se equivocan y tienen que ser corregidos con amor. Que no se sientan exasperados. Y este es un punto importante, pero el punto más importante de esta autoridad viene también de Jesús.
Se trata de ponerse al servicio, hasta el punto de dar la vida. Y esta es la clave de la autoridad. Tanto familiar: desde los padres a los hijos, como en el colegio. Que el niño entienda y vea que sus padres están dando su vida por él, y por tanto, todo lo que le dicen, todo lo que les vas a pedir, saben que es un bien para ellos.
Todo esto es dificilísimo. Porque no somos coherentes, no sabemos corregir a nuestros hijos con cariño tantas veces, y no somos capaces dar la dar la vida porque, entre otras cosas, no tenemos tanto tiempo como nos gustaría para estar con ellos. Con todas estas realidades de falta de coherencia, de caridad ¿pierdo la autoridad? Pues la respuesta es que si. No teniendo esta mirada hacia del niño perdemos la autoridad.
Pero aquí no se acaba todo, hay un secreto detrás de toda esta relación entre el padre y el hijo, que también encontramos en esta historia, que es el perdón. El perdón, reconocer la debilidad del padre, reconocer que te has equivocado: que le has dicho las cosas mal, que tú también te equivocas… este reconocimiento, no solo restaura la autoridad, sino que la lleva su máximo esplendor. La incrementa hasta el punto máximo. Porque el niño reconoce que su padre se equivoca porque él también se equivoca, y esto se puede corregir.
No se trata de ser perfectos sino verdaderos. Para un niño es más importante crecer en un clima de autoridad auténtica, que no en uno autoridad formal.
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