Cuando nuestros hijos, nuestros alumnos son mayores, les pedimos, incluso les exigimos que sean ordenados. Pero el orden es una virtud que hay que trabajar e inculcar desde bien pequeños.
El hábito del orden empieza desde que el niño nace, empieza cuando tú les marcas el horario de comer y dormir por ejemplo. Poco a poco el niño va ganando en autonomía y en poco tiempo sabe perfectamente que las cosas tienen un sitio determinado. De manera mecánica se sienta siempre en el mismo sitio para comer, bebe siempre del mismo vaso, duerme en la misma cama…
Pero en general, para enseñar a un niño a ser ordenado, hay que seguir un proceso de aprendizaje. Primero, dar ejemplo y enseñar. Después acompañar y supervisar. Y por último dejar hacer. Por ejemplo, si nuestro objetivo es que el niño cuelgue el abrigo al llegar a casa, primero lo haremos nosotros mientras le explicamos cómo se hace. Al llegar a casa le ayudamos a quitarse el abrigo, lo cogemos por la beta y se lo colgamos en el colgador. Luego será él el que lo haga con nosotros, llegará a casa, le ayudaremos a quitarse el abrigo, él lo colgará y nosotros supervisaremos que esté bien. Y si le hemos motivado bien, llegará el día en que lo haga él solo, llegará a casa, se quitará el abrigo y lo colgará
La paciencia es un requisito indispensable para nosotros ya que los niños suelen tardar en asimilar lo que queremos transmitirles. Muchas veces preferimos hacer nosotros las cosas, guardar los juguetes, recoger su mochila para evitar el enfado del niño, la pataleta, o simplemente para ir más rápido. Pero hay que dejarles hacer a ellos, aunque les cueste. Pensad que todo lo que se convierte en un hábito deja de ser una lucha y una batalla constante.
El orden en el hogar
Es bueno hacerles participar desde bien pequeños en las tareas del hogar, ordenar los juguetes, los cuentos, su ropa, dejar sus zapatos siempre en el mismo lugar, tirar el pañal a la basura, a poner la ropa sucia en el cubo… Es importante darles a los niños pequeños encargos porque así ven que sus acciones son necesarias y que contribuyen al buen funcionamiento de la clase o casa. Repartir los baberos, repartir las bandejas, pasar lista o escribir la fecha en la pizarra, son actividades que pueden hacer en clase.
Hay que facilitar la tarea de ordenar a los niños. Como dice el refrán: “Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio”. No podemos quejarnos de que las cosas estén desordenadas, si antes no lo hemos previsto. Los niños han de saber en qué lugar colocar los juguetes, han de tener un espacio concreto para cada cosa, el espacio para guardar ha de ser accesible, los colgadores para colocar la mochila y el abrigo han de estar a su alcance… Hemos de priorizar la autonomía más que la estética ya que el orden material de niño nada tiene que ver con el orden estético del adulto. Han de saber qué las construcciones van en esa caja, las piezas de lego van en el baúl, la mochila va colgada en un colgador de la habitación etc.
Es muy importante enseñarles la rutina de: voy a buscar un juguete, lo uso, lo recojo y lo guardo. No saco muchos juguetes a la vez, es mejor tener pocos e ir rotando. También es interesante presentar actividades en las que el niño tiene la oportunidad de ser ordenado, como por ejemplo sacar punta al lápiz sin ensuciar la mesa, recoger la plastilina sin dejar trozos por el suelo, barrer el suelo después de realizar una actividad con trocitos de papel…
Por último recordar que el orden (el saber qué toca hacer en cada momento y tener claro el lugar que ocupan las cosas) da mucha tranquilidad y seguridad a los niños para saber enfrentarse al día a día.
Estrella Acosta ( Tutora de Educación Primaria del Abat Oliba Loreto)
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