Cada vez es más pública la importancia de la regulación del uso de las nuevas tecnologías entre los niños y jóvenes. Conscientes de todo ello, desde el área de Colegios CEU, queremos dirigir a todos los miembros de nuestra comunidad educativa y a la sociedad en general el siguiente Manifiesto.
La experiencia de estos años nos lleva a concluir que los posibles beneficios del uso generalizado de dispositivos tecnológicos en las aulas no son proporcionales al desarrollo educativo integral que pretendemos ofrecer a nuestros alumnos ni tampoco justifica el peligro al que les podemos exponer.
1. Las pantallas son herramientas, no educadores.
La relación que se establece entre el profesor y el alumno es imprescindible para el crecimiento personal del mismo. No podemos dejar que la tecnología reemplace y/o lesione los vínculos del alumno con sus adultos de referencia.
Dado que esa relación es un factor imprescindible para el crecimiento de nuestros alumnos, debemos protegerlos y enseñarles a llevar a cabo un uso adecuado de la tecnología.
2. Las pantallas no son un potenciador del conocimiento. No hay atajos para el saber.
El estudio y el verdadero encuentro con el conocimiento implica un esfuerzo personal que las pantallas no exigen. Es más, aparentemente nos lo ahorran. El acceso a más información no conduce a más conocimiento.
El encuentro con el saber es el ingrediente necesario para que el alumno tenga un auténtico juicio crítico. El uso no adecuado de la tecnología lo entorpece.
3. Las pantallas dificultan la capacidad de descubrir la realidad del mundo que nos rodea. Aprender exige de un esfuerzo personal.
Explorar el mundo con curiosidad y asombro es un motor esencial en el conocimiento. La curiosidad, además, es característica en la infancia y adolescencia.
Debemos potenciar entre nuestros alumnos la experiencia de descubrir la belleza de las cosas. La alegría de descubrir lo verdadero es una experiencia de gozo que protege en su desarrollo a aquellos que la viven. El encuentro con la verdad, la realidad y la belleza es un tesoro que permite un crecimiento integral de la persona.
Las pantallas distorsionan la percepción de la realidad generando una disociación entre la realidad percibida y la realidad auténtica. Como consecuencia, se dificulta el desarrollo armónico del niño y del adolescente.
4. Las pantallas, con el constante acceso a estímulos, dificultan el estudio profundo y la lectura comprensiva. El estudio y la lectura son necesarios para comprender el mundo.
La lectura de tuits y titulares no es suficiente. Además, existen las fake news que exigen una alerta mayor para conocer la verdad y que no te engañen. La lectura y el estudio en profundidad no están de moda. Ahora bien, para desarrollar un criterio propio y una comprensión más profunda del mundo son necesarias. En nuestros colegios generamos espacios para que los alumnos puedan escuchar de forma sosegada, leer en profundidad y así darles la oportunidad de que conozcan las cosas.
5. Las redes sociales provocan un pensamiento único y polarizado. Tener la capacidad de emitir un juicio crítico es asumir un riesgo que merece la pena.
Las redes sociales acotan el campo de conocimiento de los jóvenes, haciéndoles más influenciables y menos libres. No permitamos que un algoritmo decida lo que deben leer o estudiar. Incluso lo que deben pensar y ser. Su identidad no está en venta.
Fomentar la capacidad de pensamiento crítico en nuestros estudiantes supone ir contracorriente. Merece la pena el esfuerzo.
6. Las redes sociales desvirtúan el bien del pudor y la intimidad. Recuperar la interioridad es necesario para compartirla con quien yo elijo.
Los alumnos deben descubrir el bien de valorar el pudor y la intimidad. Para ello tenemos que permitirles descubrir el valor de su privacidad y enseñarles la importancia de compartir su intimidad solo con aquellos que los quieren y respetan. A su vez, es de igual importancia enseñarles a respetar la intimidad de los demás. El respeto es el ingrediente básico para una relación de confianza.
Las amistades con nuestros iguales fuera de la realidad virtual nos abren al mundo. Las redes sociales potencian la falsedad mostrando un mundo ajeno al sufrimiento o vulnerabilidad. Sabiendo que ambas realidades son inherentes a la existencia, la amistad se hace imprescindible.
7. Las redes sociales pueden no ser un espacio seguro. Prevenir es esencial.
El acceso a las redes sociales a una edad temprana puede conducir a situaciones de ciberacoso, grooming, sextorsión, acceso a la pornografía y juego on-line a través de apuestas, entre otros.
Es esencial educar a los estudiantes sobre el uso seguro y respetuoso de las redes sociales. Es necesario reflexionar sobre los peligros de esas redes. Hay personas que mienten y pueden hacernos daño.
Recomendamos el retrasar el uso de esas redes fomentando las relaciones interpersonales y la necesidad de que la introducción en esas redes se haga de forma tutorizada.
8. Las pantallas y las redes sociales torpedean la acción. Apretar un botón no es chutar un balón.
Las actividades y excursiones sin pantallas fortalecen los vínculos personales y familiares. Estimulan la creatividad y la imaginación evitando el sedentarismo. Generan recuerdos sobre los que se asientan las relaciones escribiendo una historia biográfica común.
Para los niños y jóvenes es un regalo disfrutar de juegos sencillos en familia y de tiempos de conversación sosegada.
9. Las pantallas y las redes sociales no respetan las necesidades básicas del niño y adolescente. El sueño es un espacio a proteger.
El sueño es esencial para el desarrollo humano y de ahí la importancia de saberlo cuidar.
El uso inadecuado de las pantallas en momentos dedicados al descanso nocturno puede interferir en los patrones del sueño, esenciales para el desarrollo y el bienestar de nuestros alumnos.
Además, tiene consecuencias en el desarrollo académico y psicológico de los niños y jóvenes.
10. Conclusión: fomentar el uso responsable de la tecnología.
Los dispositivos móviles son una herramienta que puede interferir en el desarrollo integral de los estudiantes menores de 16 años, ya que difícilmente pueden regular su uso con responsabilidad. Recomendamos retrasar la edad para la entrega del móvil a los alumnos y un uso inicial supervisado, además de adoptar medidas de prudencia que les ayuden a ser verdaderamente libres en el uso.